asienta el tiempo
y remansan penas.
Invisibles cadenas
tras un fiel cerbero
condenado y proscrito.
En la esquina del olvido
también reposa él.
Mudo, cojo y tuerto.
Sordo olor a vino
que ignora su mecenas,
camello y drogadicto.
En la esquina del olvido
la música despliega
alas entre el gentío.
Frente a corazones esquivos,
cerebros invernales
y aséptico consumismo.
En la esquina del olvido
brilla un sol deslucido.
Faro de Alejandría.
Llave y candado.
Azul y rojo enlazados.
Sirenas cantan: ¡Policía!
En la esquina del olvido
todo tiene cabida.
Es, será y ha sido.
Almas marcadas de por vida,
al destierro destinadas,
a la cara escupidas.
En la esquina del olvido
reza en metal bruñido:
"Avenida del dolor".
Y cuarenta noches
navegando y perdido
he probado su sabor.
Ahora la esquina soy yo.
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