Es todo lo que se puede ver en la piscina climatizada en la que nado casi a diario. Algún verde ocasional se cuela en forma de manguera o cartel en alguna que otra pared, pero casi todo es azul.
Azul y silencio.
Se escucha el sonido del agua como una constante sólamente rota en escasos momentos por una risa ocasional o algunas palabras sueltas.
Se trata de una quietud total, como si dentro se parase el tiempo y el mundo quedase olvidado en un recóndito escondrijo a miles de kilómetros.
Y allí estaba yo, recuperando algo de respiración después de algunos largos, cuando vi algo.
El silencio tan sepulcral que invade la piscina no impide la comunicación. Hay miradas que lo dicen todo. Y en ese momento había muchas de ese tipo.
Seguí la trayectoria de la línea de visión de varias personas para darme cuenta que tenían la vista fija en una familia que acababa de entrar en la sala desde los vestuarios. Una familia normal, con la única peculiaridad de su color de piel. Eran negros.
Todo normal pensé. Pero volví a mirar a la gente de mi alrededor y vi que los ojos, en la mayoría, reflejaban primero curiosidad y luego incomprensión y rechazo, rompiendo esa situación de paz que envuelve a la sala.
Pensé: en el año 2009, ¿a estas alturas la gente todavía mira así?¿aún existe esta intolerancia?¿cómo cojones puede la gente ser de esa manera?
La familia era totalmente ajena a esas miradas, no se habían dado cuenta (lo cual me cabreó, aún más). El padre había entrado en la sauna y los niños jugaban en el agua.
Estaba indignado, sentía rencor hacia esas miradas intransigentes. Y cuando estaba saliendo de la piscina por el cabreo algo cambió.
Uno de los niños se había acercado a una señora de unos cincuenta años, que estaba sentada en un banco secándose, para preguntarle si había visto a su padre. La mujer, con una sonrisa espléndida que irradiaba sinceridad, le cogió de la mano y le acercó hasta la sauna de donde el padre salía justo en ese momento. El padre le agradeció el gesto y la mujer se marchó dedicándole otra sonrisa a ambos.
De repente, el rencor que sentía hacia las miradas incomprensivas se diluyó y me vi a mi mismo unos instantes antes mirando a esas personas de la misma manera que tanto criticaba.
Quizás yo sólo quería ver esas miradas para poder luchar contra ellas, contra algo, aunque no existiesen y sólo fuesen una percepción. Contra unos prejuicios que yo mismo estaba creando para, quizás, probarme a mi mismo.
La intolerancia es un círculo vicioso que se retroalimenta. Y esa mujer lo rompió en unos segundos.
Y empecé a fijarme en otras cosas:
Un niño le contaba a su padre orgulloso cuanto había nadado mientras éste secaba su pelo, dos amigos charlaban tranquilamente y reían por algún chiste, un chico ayudaba a una señora mayor a salir con esfuerzo de la piscina, una chica le prestaba sus gafas de buceo a una amiga que las había olvidado, ...
La vida no es blanca, ni negra, ni gris siquiera.
Es toda una infinita paleta de colores.
Todo depende de los ojos con los que la mires.
Me parece casualidad, coincidencia, nosé lo que parece. Primero leo el titulo y veo que yo tambien hice una entrada con esa misma palabra, pero refiriendome a una cancion de Deluxe.
ResponderEliminarY luego cuando termino de leer la entrada, veo que terminas con una reflexion que tambien hay en una antigua entrada mia.
Bueno, me alegra que la gente llegue a ese tipo de conclusiones. Hay que pensar, si no pensamos... vamos mal.
Bueno, me ha gustado la entrada y mucho :)
Pues ésta también va por Deluxe en parte xD
ResponderEliminarPero tampoco hay que pensar demasiado eh, que si no nos comemos la cabeza.
Me alegro de que te haya gustado ;)