domingo, 1 de marzo de 2009

Capítulo 3: Division Street



6 meses antes...    

 La habitación se encontraba silenciosa. Una ventana completamente abierta.

A través suya se deslizaban diminutas gotas de lluvia, presagio de la tormenta que habría de desatarse más tarde.


 El despertador acababa de sonar.


 Nunca le había costado mucho despertarse, no rezongaba, no retrasaba la alarma para ganar unos minutos de descanso más. Nunca lo hacía porque durante el sueño la realidad se le echaba encima como si fuese un depredador famélico.

 

No descansaba, por eso mismo también le costaba conciliar el sueño, por eso posponía el momento de sumergirse entre las sábanas.

Habían pasado varios años, había perdido la cuenta, y no conseguía desprenderse de esa sensación.

 

Por eso también tenía esa mirada glauca, tan característica, ahora fija en los nubarrones que se alzaban en el horizonte. Quizá intentando atravesarlos y atisbar la luz que con toda seguridad empujaba desde atrás abriéndose paso en todo su esplendor.

 

Reflexionar no iba con él, es más, intentaba alejar cualquier pensamiento de su cerebro para adentrarse en una rutina inmersa en la práctica. Por utilizar un símil, era como una cadena de montaje cuya cinta nunca se atascaba.

Sin un respiro para darle cancha a los sentimientos.

 

Café sólo.

 

Cigarro.

 

Carrera matutina.

 

Ducha.

 

Atasco.

 

Trabajo.

 

Cigarro.

 

Atasco.

 

Comida.

 

Trabajo.

 

Cena.

 

Cigarro.

 

Lectura.

 

Cama.

 

 

 

Y vuelta a empezar frente a la misma ventana.

 

Ni escuchaba las noticias ni leía los periódicos, hacía tiempo que se había negado su ración de mentiras y falacias. Era un asceta de la palabra hasta el punto de hablar sólo cuando era estrictamente necesario para relacionarse con su entorno.

 

Le resultaba mucho más interesante observar que participar de una sociedad que cada vez se asemejaba más a la antítesis de Dorian Gray. Una posición imparcial y absolutamente objetiva, inocua, amoral, una postura que evitaba el daño.

 

Su mente estaba tan anestesiada que el tiempo fluía en su vida sin hacer mella.

 

Sin embargo lo veía todo con claridad.

 

Con la mirada del soldado que ha visto pasar las miserias y la muerte de la guerra por delante de sus propios ojos, polimorfa pero atemporal. Una mirada llena de certeza y vacía de esperanza.

 

Una mirada insondable, gris como el cielo que se descubría ante la ventana de su solitario dormitorio.  

   

Una canción resonaba contra las paredes de la habitación: 

... a needle dragged across a record slowing down

along Division St. the lights were dying out ... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario